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Este artículo fue producido en asociación con NBC News y The Texas Tribune, un medio independiente sin fines de lucro y no partidista que informa e interactúa con los tejanos.
HOUSTON — Dos semanas después de que su primo de 41 años fuera trasladado a un hospital con síntomas graves de COVID-19, Valery Martínez escribió un mensaje en Facebook, agradeciendo a los médicos y enfermeras del hospital Memorial Hermann Southeast en Houston quienes estaban tratando de salvarlo.
“Ustedes son los verdaderos héroes que arriesgan su vida en este momento difícil”, escribió Martínez. “Que Dios continúe cubriéndolos y protegiéndolos a ustedes y a sus familias”.
Luego, comenzó a recibir mensajes de amigos —casi todos hispanos como ella— quienes le decían que algunos de sus seres queridos también estaban enfermos con coronavirus. La tía de un amigo estaba en la misma unidad de cuidados intensivos en el Memorial Hermann Southeast.
La familia del amigo estaba planeando una vigilia de oración afuera del hospital ese fin de semana, por lo que Martínez pidió unirse. Luego, miembros de otra familia que conocieron se presentaron y preguntaron si ellos también podían venir a rezar por un ser querido hospitalizado ahí con COVID-19.
Martínez contuvo las lágrimas ese domingo por la tarde cuando ella y otras 40 personas se pararon en un estacionamiento fuera del Memorial Hermann Southeast, con los rostros cubiertos con cubre bocas y las manos levantadas en oración por los tres pacientes hospitalizados en las salas de cuidados intensivos 2, 11 y 22 — todos hispanos, todos conectados a ventiladores.
El momento hizo que Martínez sintiera que no estaba sola, dijo, y le ayudó a darse cuenta de lo rápido que se estaba propagando el virus en su comunidad.
“Casi todos los que conozco han tenido coronavirus o tienen un familiar que ha estado enfermo o está en el hospital”, dijo Martínez, quien a principios de esta semana podía enumerar a 45 amigos, familiares y conocidos hispanos que han estado enfermos con el virus en el área de Houston, incluidos cuatro que habían muerto.
A medida que el coronavirus ataca desproporcionadamente a las comunidades latinas en Texas, los datos publicados el miércoles esta semana por funcionarios de salud estatales revelan que una proporción descomunal de estos residentes también está sufriendo los peores resultados. Los tejanos hispanos representan alrededor del 40% de la población del estado, pero el 48% de las 5.952 muertes confirmadas por COVID-19 del estado, según datos del Departamento de Servicios de Salud del Estado.
En la región de Houston, donde las hospitalizaciones por COVID-19 aumentaron en junio antes de que comenzaran a disminuir en los últimos días, los datos publicados por el Departamento de Salud Pública del Condado de Harris mostraron que una parte desproporcionada de aquellos que requieren atención hospitalaria — hasta el 65% de los pacientes recién hospitalizados durante algunas semanas de junio — eran hispanos, a pesar de que representan el 44% de la población.
En el Memorial Hermann Health System, una de las cadenas de hospitales más grandes de la región de Houston, un análisis de las visitas a la sala de emergencias muestra que muchos más hispanos de 20, 30 y 40 años se han presentado en sus hospitales con COVID-19 en comparación con personas de otras etnicidades, una indicación de que el virus se está extendiendo ampliamente entre los jóvenes residentes hispanos y de que pueden estar esperando hasta estar más enfermos para buscar atención médica, dijeron las autoridades.
Entre tanto, mientras el Departamento de Bomberos de Houston informa que este verano un número récord de pacientes están muriendo abruptamente en casa antes de que los paramédicos puedan atenderlos, y los datos del médico forense del Condado de Harris muestran que más de dos tercios de las personas fallecidas en casa por infección confirmada de coronavirus han sido hispanas.
Hay múltiples razones que pueden explicar las disparidades, según los expertos. Es más probable que los residentes hispanos trabajen en empleos de servicio o vivan en hogares multigeneracionales que dificultan el distanciamiento social. Es menos probable que tengan seguro médico; y es más probable que tengan problemas de salud, como diabetes y presión arterial alta, lo que los hace más vulnerables a enfermedades graves.
Estos factores son más pronunciados en Texas, uno de los primeros estados en reabrir desde las órdenes iniciales de cierre ante el coronavirus, con el gobernador Greg Abbott instando a las personas a volver a trabajar a partir de mayo — incluyendo en restaurantes, bares y hoteles — aún cuando el número de casos de COVID-19 continuaba creciendo.
Texas también es el estado más grande que se negó a ampliar el seguro médico para los residentes de bajos ingresos con el Affordable Care Act, y es el hogar de una población latina en rápido crecimiento. Casi un tercio de los adultos menores de 65 años en Texas carecen de seguro médico, la peor tasa de personas sin seguro en el país, y más del 60% de los que no tienen seguro médico en el estado son hispanos.
El Dr. Esmaeil Porsa, presidente y CEO de Harris Health System, supervisa los dos hospitales públicos de Houston. Dijo que el COVID-19 está amplificando las desigualdades de “una infraestructura de atención médica que es defectuosa por diseño”. En los hospitales de Porsa, donde la mayoría de los pacientes carece de seguro de salud, el personal médico se ha quedado sin espacio en cuidados intensivos y sin los medicamentos clave necesarios para tratar el COVID-19, dejando a muchos pacientes en las camas de la sala de emergencias durante días antes de ser trasladados a hospitales fuera de la ciudad.
A nivel nacional y en partes de Texas, el coronavirus también ha enfermado y matado desproporcionadamente a los residentes negros, otro grupo con acceso desigual a la atención médica.
“Y lo que está sucediendo hoy en realidad es que ese diseño defectuoso aparece en términos de que ciertos sistemas hospitalarios están sobrepasados y un segmento de la población se ve perjudicado de manera desproporcionada”, dijo Porsa. “Todos estos problemas están llegando a un punto crítico después de décadas de no prestar atención a la infraestructura de atención médica”.
Otro problema: las personas que carecen de seguro de salud a menudo esperan demasiado para buscar atención médica, lo que lleva a peores resultados, dijo la Dra. Amelia Averyt, médica de atención primaria de Legacy Community Health. Alrededor del 60% de los pacientes del centro financiado con fondos federales son hispanos.
Para aquellos sin estatus legal, dijo Averyt, también existe la preocupación de poder quedarse en el país y de cómo pagar las facturas médicas sin seguro de salud.
“Creo que el miedo es lo que los mantiene en casa, más que nada”, dijo.
Los números desproporcionados de la pandemia se pueden ver en docenas de peticiones desesperadas en GoFundMe de familias latinas en la región de Houston, cada una buscando ayuda para pagar las facturas médicas de COVID-19 o los gastos del funeral. Varios dijeron que sus seres queridos carecían de seguro de salud; otros dijeron que el virus había hospitalizado a varios miembros de la misma familia, sin dejar a nadie lo suficientemente sano como para ganar dinero para pagar el alquiler.
Los amigos de Leonor Quiroz le organizaron una recaudación de fondos después de que ella y su esposo de casi 10 años fueron hospitalizados con COVID-19 en mayo. Leonor, de 47 años, cree que su esposo, Valentín, de 52 años, trajo el virus a casa de su trabajo en la construcción. No podía darse el lujo de tomarse tiempo libre en el trabajo.
Ella fue hospitalizada primero; Valentín, quien continuó trabajando incluso cuando sus síntomas empeoraron, la siguió al HCA Houston Healthcare Tomball días después. Ella mejoró y fue dada de alta; él empeoró y fue conectado a un ventilador.
Todos los días, Leonor llamaba para cantarle a Valentín una de sus canciones favoritas en español, “A Puro Dolor” mientras una enfermera le acercaba el teléfono al oído.
“Devuélveme mis fantasías
Mis ganas de vivir la vida
Devuélveme el aire”.
Valentín murió el 23 de mayo, dejando a Leonor con más de $25,000 en gastos médicos y funerarios.
“Muchos de mis amigos y familiares hispanos creían que el coronavirus era una conspiración hasta que perdí a mi esposo”, dijo Leonor. “Ahora se dan cuenta de que no es… después de que me costó todo”.
La jueza del condado de Harris, Lina Hidalgo, la principal funcionaria electa del condado que incluye a Houston, convocó a una conferencia de prensa este mes luego de que los datos del condado comenzarán a aumentar en los casos de COVID-19 entre los residentes hispanos, los cual llamó “una llamada de atención”, y no solo para aquellas comunidades que ya estaban sufriendo.
“Deberíamos preocuparnos por lo que está sucediendo con nuestros residentes más vulnerables en este momento, y no solo porque es lo correcto”, dijo Hidalgo, la primera latina elegida para su puesto. “Todos estamos interconectados… Si algunos de nosotros estamos más enfermos que el resto en este momento, ¿adivine qué?: tarde o temprano nos alcanzará a todos”.
“No puede respirar”
Cristóbal Onofre, de 22 años, tiene una foto enmarcada de su padre, Benito, en la sala de su departamento, tomada en febrero cuando Benito cumplió 44 años. Muestra a Benito en su apartamento del noroeste de Houston, sonriendo con glaseado de pastel en los labios, frente a una pancarta que dice “Feliz cumpleaños” y globos de colores.
Estaba sano, dijo su hijo.
Cinco meses después, el 3 de julio, Benito fue encontrado muerto en su departamento de un caso no tratado de COVID-19. Formando parte de una ola de personas que murieron en su casa en Houston este verano cuando estaban en aumento las infecciones por coronavirus.
Benito había hecho todo lo posible para protegerse del virus, dijo Cristóbal. Portaba un cubrebocas en el restaurante donde trabajaba como lavaplatos y usaba guantes cuando iba al supermercado. Si Benito veía a demasiadas personas dentro de una tienda, se daba la vuelta. Pero sólo había tanto que podía hacer.
En algún momento, a finales de junio, comenzó a sentirse mal, con un dolor de garganta que no lo dejaba dormir. Después de unos días, decidió hacerse la prueba de COVID-19 en el Consulado de México en Houston, pero los resultados tomarían días. Mientras tanto, Benito continuó tratándolo como un resfriado común, bebiendo té caliente y tomando jarabe para la tos.
Al final de la semana, sus síntomas habían empeorado. “Mi tío llamó y dijo: ‘Tu papá no está bien. No puede respirar’”, dijo Cristóbal.
Su familia llamó a una ambulancia, pero dijeron que Benito se negó a subir cuando llegó. Según le contaron a Cristóbal, su padre, que aún dudaba que tuviera COVID-19, temía contraer el virus en el hospital. También estaba la cuestión de cómo pagaría la atención hospitalaria. Como casi la mitad de los hispanos en el condado de Harris, Benito no tenía seguro médico.
Más tarde esa noche, después de que se había ido la ambulancia, el tío de Cristóbal, quien vivía con Benito, lo encontró tirado en el piso del baño. Los paramédicos lo declararon muerto en el momento, y el médico forense más tarde determinó que COVID-19 era la causa, enumerando la presión arterial alta y la obesidad como factores contribuyentes.
Los datos del Departamento de Bomberos de Houston muestran un aumento del 45%, entre febrero y junio, en la cantidad de llamadas por paros cardíacos que terminaron con los paramédicos declarando muertas a las personas a su llegada. En marzo, el departamento registró alrededor de 250 llamadas de personas que llegaron muertas, la mayor cifra de cualquier mes en los últimos dos años hasta ese momento. En junio, el número aumentó a casi 300. Y durante los primeros 23 días de julio — el período más reciente para el que hay datos disponibles — el departamento ya había superado ese número, estableciendo un récord, según los bomberos.
De acuerdo con los datos del Instituto de Ciencias Forenses del Condado de Harris, entre el pequeño subconjunto de estas muertes en hogares, que luego se probaron y confirmaron que fueron el resultado de COVID-19, una abrumadora mayoría de personas han sido hispanas. En las primeras dos semanas de julio, el médico forense atribuyó la muerte en casa de 22 personas en el condado de Harris por coronavirus, que ya superó el número de todo junio. Dieciséis de los muertos, el 73%, eran hispanos.
Benito dejó una esposa y otros cuatro hijos en su México natal. No los había visto en 13 años y recientemente estaba hablando de regresar para quedarse, cada vez más ansioso por estar aquí sin un estatus legal.
En Houston, solo eran padre e hijo. Solían jugar fútbol juntos y cenar en su restaurante mexicano favorito todos los viernes. Benito, un padre típico, regañaba a Cristóbal por no llamar a su madre o por cambiarse de carril sin avisar.
“Él era mi papá pero también mi amigo”, dijo Cristóbal.
“Si está enfermo, vaya al hospital” es su mensaje para los demás. “No sabemos si puede ser un resfriado común o el coronavirus. Con esta enfermedad no se juega”.
“No renunciar a él”
A partir de junio, el Dr. Jamie McCarthy, médico de la sala de emergencias y vicepresidente ejecutivo del Memorial Hermann Health System, empezó a escuchar anécdotas de colegas que sugerían que el coronavirus estaba afectando más a los hispanos que otros grupos en la región de Houston.
Esta semana, el sistema hospitalario realizó un análisis de visitas a la sala de emergencias que confirmó esas observaciones. Más del 37% de los casi 9,000 pacientes que dieron positivo para el virus en los hospitales Memorial Hermann se identificaron como hispanos, una proporción mayor que lo que suele ver en sus pacientes típicos en el sistema hospitalario, dijo McCarthy. Otros 4,000 pacientes que dieron positivo para el virus declinaron compartir sus etnias con el hospital, pero un número significativo provino de códigos postales con población mayoritariamente hispana.
Aunque los pacientes hispanos con COVID-19 en el sistema han sido más jóvenes — más entre los 20, 30 y 40 años que entre otros grupos de edad — McCarthy dijo que un porcentaje similar, alrededor del 4%, termina necesitando cuidados intensivos en comparación con pacientes de otras etnias que tienden a ser mayores. Eso se debe en parte, según McCarthy, a las condiciones de salud subyacentes que los expertos señalan pueden conducir a malos resultados, incluso para gente joven que aparte de eso cuenta con buena salud.
“La mayoría de las personas que tienen 40 años y tienen un poco de diabetes o un poco de hipertensión o que tal vez tienen un poco de peso extra no sienten que deberían tener un mayor riesgo para esto”, dijo McCarthy. “Pero eso es precisamente lo que estamos viendo. Las personas que piensan que son saludables porque sus afecciones crónicas están bien controladass siguen estando cada vez en más riesgo y requieren hospitalización”.
La falta de cobertura de atención médica, las barreras del idioma y las malas experiencias pueden estar llevando a muchos hispanos a evitar las salas de emergencia hasta que es demasiado tarde, dijo McCarthy.
“Estoy seguro de que hay muchas personas que tienen la historia de ‘Mi ser querido fue al hospital y nunca volví a hablar con él, murió’”, dijo McCarthy. “Eso da miedo. Y más si no hablas inglés, si eres de un entorno socioeconómico limitado, ¿vas a llamar al 911 cuando las otras personas que hicieron eso nunca volvieron a casa?”
Después de notar las tendencias, el Memorial Hermann lanzó iniciativas de educación en español dirigidas a las comunidades latinas e, incluyendo por medio de vallas publicitarias y segmentos de televisión, instando a los residentes a practicar el distanciamiento social y a buscar atención médica cuando comienzan a sentirse enfermos.
Semanas antes de la vigilia de oración en el estacionamiento fuera del Hospital Memorial Hermann Southeast, Valery Martínez recibió una llamada angustiosa de su tía. Arturo “Tudy” Valles Jr., de 41 años, su primo, llevaba días enfermo cuando su madre notó que batallaba para respirar a media noche, el 26 de junio, y finalmente llamó al 911. La ambulancia lo transportó de su casa en Pasadena — una ciudad mayoritariamente hispana al sureste de Houston — al hospital, donde pronto fue conectado a un ventilador.
En los días previos a su hospitalización, cuando notó por primera vez el dolor en la garganta, Valles trató de hacerse la prueba de COVID-19 cuatro veces en un sitio de pruebas gratuitas cerca de su casa. Pero cada día, según su familia, la clínica se quedaba sin pruebas disponibles antes de que pudiera llegar al frente de la línea.
La madre de Valles, Nilda De La Peña, dio positivo poco después de llamar a los paramédicos para su hijo. Luego, una semana después, Martínez también contrajo el virus, obligándola a mudarse de su casa para evitar infectar a su abuela.
“Básicamente, todos los que conozco se han visto afectados y la gente se está muriendo”, dijo Martínez, quien para entonces podía contar a cuatro personas en su vida que habían fallecido de COVID-19.
Valles, un padre soltero que vivía con su madre y su hija de 13 años, trabajaba en una planta química hasta que su diabetes empeoró hace varios años, lo que llevó a que le amputaran una pierna. A pesar de que solo tenía 41 años, sus problemas de salud subyacentes lo pusieron en mayor riesgo una vez que se enfermó con el coronavirus.
La semana pasada, después de que Valles había pasado tres semanas en un ventilador, los médicos del Memorial Hermann advirtieron a la familia que tal vez no sobreviviría otra noche, lo que provocó que Martínez organizara un video chat. Dieciocho de los seres queridos más cercanos de Valles se turnaron para decirle cuánto lo amaban.
“We’re not giving up on him,” Martinez said last Thursday, two days after the video call. “God has the last word, not doctors or nurses.”
Su familia organizó una recaudación de fondos el sábado, vendiendo platos Tex-Mex en el estacionamiento de un restaurante de Pasadena para ayudar a pagar las crecientes facturas médicas de Valles. Una semana después de la advertencia de los médicos, Valles todavía estaba vivo, lo que le daba a Martínez y a su familia la esperanza de que podía salir adelante.
Pero el martes recibieron una llamada del hospital devastadora: el número de personas en la vida de Martínez que habían muerto por el coronavirus había aumentado a cinco.
Mike Hixenbaugh es un reportero de investigación nacional para NBC News, con sede en Houston.